domingo, 27 de noviembre de 2011


Prendí la luz del living y note que su alma era la madera que estábamos pisando. Un cielo limpio se juntaba con las paredes de la casa, las cortinas negras lograban un contraste innecesario. Nos debíamos una sonrisa, un levantarse de la mesa sin la usual agresión de crear personajes atados a la temporalidad.
Me hablo de viejos rencores, de llenar un vacío (no supo responder que era eso; ella seguía dibujando círculos en la mesa, mientras tarareaba un tango,  “chau no va más” si mal no recuerdo)
Una tarde de poesía, un café para el olvido.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La memoria es un laberinto que se expande
Para quienes ven al pez fuera del agua

La memoria es un cuchillo sin hoja
Para los fundamentalistas
De lo insostenible