miércoles, 27 de abril de 2011

Orden



(15/05/2009)
El sol falso te tiene sin cuidado,
Lo eclipsas, levantando el pulgar,
Nunca piensas en apagarlo,
O de la bóveda plástica arrancarlo.

¿Será que temes a lo sin forma,
Tanto o más que a la misma muerte?  

Me miran tus dados redondos, roídos,
Con los que supo jugar tu Dios.

¿Estas convencido de pisar horizonte?
Loable rebeldía formal, miserable
tu sentir gramaticalmente correcto.
¿Por qué te mofas de mi idiolecto,
Acaso puedes conjugar el verbo amar?
 

(15/01/2009)
_ Siguen los bombardeos en la Franja de Gaza, incalculable el número de muertes civiles. En otro orden de cosas, se lo pudo ver durante la jornada de ayer al flamante Presidente electo de los Estados Unidos jugando golf en…

_ ¿Querés disfrutar la vida hoy?, adelan…

_ ¿Qué te ocurre Calamardo?
_ Nada Bob, nada


sábado, 23 de abril de 2011

El tipo fue sindicalista de derecha en los setenta.

Su forma de mirar se contradice con el aire de gordito bonachón, peleado con la vida solo por no aguantar más a la mujer que eligió para compartir la vida. Su desdichada existencia encuentra momentos de felicidad: cuando le elogian el jardín, por ejemplo. Por momentos se olvida que esta en compañía de alguien, se relaja y automáticamente levanta el dedo índice.

Hoy es un buen ciudadano. Paga los impuestos, siempre le da monedas a los chicos de la calle, únicamente a los chicos, y le apasiona el debate político. Mira a los intelectualoides de la tele, se nutre de la agenda.

Es un buen ciudadano, si. Tiene conciencia ecológica, y alienta a los sobrinos a que estudien la carrera de asistente social. Luchen por sus sueños, les dice.

Final 1: No se pretende que este texto sea leído como literario. Es una simple descripción.

Final 2: _ Abuelo, ¿Por qué la gente duerme en la calle?

_ ¡Porque son unos vagos!

Final 3: “bajo tu cielo de raso trasnocha un pedazo de mi corazón” 
El hambre, altanera, esta pisando
Fuerte, su escenario (la calle)
Le devuelve el coraje.
Embelleciendo el camino
Balbuceos sin sentido
Le facilitan el pasaje.

La segunda, por todos observada,
Sugestiva la ramera vieja,
Coquetea ante tu mirada.
Vos mirás como se mueve,
Su espectáculo imponente
De tu mente quita la simiente.

Muerte que amparas muerte,
Instrumento transparente,
Deja esas melodías, Canciones
De cuna que invitan a un sueño
Demente, Que busca siempre
Borrar a la otra muerte.

profundidades

Falta agua y creatividad en casa del artista.
Detenidamente lo observa de cerca, de luego del cuadro se aleja, y no entiende, no los encuentra, el joven pintor de pelo blanco. Necesita por lo menos de un ave, un ave que armonice el cielo gris de su esperanza. La pinta. Poco le importa si es blanca paloma o fiero cuervo.

La pinta y vuelve el agua, vuelve también la voz del interior; un fuerte impulso lo lleva a entregarse de lleno a la creación de un autorretrato confuso.

El plomero, al verlo tan concentrado, tan en su mundo, decide marcharse en silencio.

cuentos infantiles/2

Historiadores y literatos reconocidos de la época, junto con un grupo de religiosos, crearon un personaje. En realidad dotaron de enormes cualidades a un soldado, o a un mercenario… no sabemos a ciencia cierta bien lo que era.
Para ello se sirvieron de algunas obras literarias, también de datos históricos por supuesto, pero sobre todo de un anciano, Don Manuel.  
 Le fue encargada a un escultor una estatua del prócer, estatua que después ocuparía un lugar central en la plaza del pueblo.
 Los historiadores omitieron datos que ponían al descubierto algunas cuestiones que opacarían su honor. Por ejemplo, el lugar donde vivió un largo tiempo, donde aprendió algunas tácticas, paso a ser una corta visita a un amigo.
Al hijo del escultor le gustaba jugar en el lugar de trabajo de su padre. Se lo permitía, aunque siempre le advertía que se mantuviera alejado de sus trabajos, que no tacara las obras.
Ocurrió en una mañana de invierno, el niño suponía que su padre dormía. Mariano, así se llamaba el niño, salió a recorrer la casa  (el mar) con la espada de madera, obsequio de su madre, embarcado en su galeón imaginario, y con una bandera que tenia dibujada con crayón una calavera.
Ya había saqueado varios rincones. El mar era la tierra y  la tierra era la casa para el niño. De pronto una tempestad castigó la nave (se abrió a causa de un fuerte viento la puerta del taller); reconoció en ese mismo instante la figura de su padre, parado en medio de la habitación, mirándolo fijamente.
Avergonzado por el desorden que había causado, corrió hacia él y lo abrazo. Lo sintió frió y distante.
Lo sintió helado.
El señor no permite una,
Es su juego derrumbar,
Mil productos y mil verdades,
No hay faca pa’ afilar.