sábado, 23 de abril de 2011

profundidades

Falta agua y creatividad en casa del artista.
Detenidamente lo observa de cerca, de luego del cuadro se aleja, y no entiende, no los encuentra, el joven pintor de pelo blanco. Necesita por lo menos de un ave, un ave que armonice el cielo gris de su esperanza. La pinta. Poco le importa si es blanca paloma o fiero cuervo.

La pinta y vuelve el agua, vuelve también la voz del interior; un fuerte impulso lo lleva a entregarse de lleno a la creación de un autorretrato confuso.

El plomero, al verlo tan concentrado, tan en su mundo, decide marcharse en silencio.

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