lunes, 22 de julio de 2013







A un costado de la ruta los machos cabríos parecen inquietos. Animales, siempre ajenos al artificio. Ciudad adentro los días se presentan como iguales, caras largas por las calles (en su mayoría mujeres), largas son también las procesiones que bordean la plaza central, es evidente: está cayendo el lenguaje de dios. Un caos sin furor, sin poesía se apodera de las almas, las sostiene con los pocos arreglos literarios baratos que quedan. La fila de autos se mantiene sin alteraciones, y  los ánimos imperturbables, como si estuviésemos en la antigua Grecia y nuestro cuadro se llamase “El sueño de Platón”. 

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